lunes, 23 de junio de 2014

Solsticio en la cima de la isla de Benidorm


El solsticio llega siempre rodeado de mitos y tradiciones. Supersticiones y rituales que se repiten en lugares considerados «mágicos» para recordar historias en las que creyeron nuestros antecesores más lejanos. En la comarca de la Marina Baixa, decenas de personas ven amanecer con el solsticio de invierno en el santuario íbero de la Malladeta, en La Vila. Con el solsticio de verano, el encuentro pasa a la ciudad vecina, al cementerio nuevo de Benidorm. Desde allí, en la noche del 21 de junio, puede verse cómo el sol se esconde justo por la hendidura del Puig Campana, la montaña de Finestrat de cuya cima dicen se desprendió el peñón que conforma la isla benidormense.

La cita grupal en el cementerio para contemplar el fenómeno se convocó por primera vez el año pasado y surgió a iniciativa de un «honorable» de Benidorm, el vecino Jaime Climent Such. Con sus 81 años de edad, acaba de publicar un cuadernillo para la asociación cultural La Barqueta en el que narra la leyenda del gigante que rompió la montaña derrotado por la pérdida de su amor. No es la primera vez tal historia es contada, pero si la primera que se relata como la escribió hace siglos un habitante de la comarca. Y es que, para inmortalizar el mito, hace dos años Climent buscó en los viejos archivos de poblaciones vecinas pergaminos que lo relataran.

Según explica, esa búsqueda surgió estando en la isla de Benidorm durante una cena de la «Taula del Bon Profit» (comidas en las que los hombres de Benidorm -las mujeres no pueden asistir- recuerdan historias de su pasado).

Durante la charla, recordando momentos de la infancia, un contertulio llamado Ramón Galiana recordó a su abuelo contándole que la isla era la cima de la citada montaña, que había sido desprendida por un corte realizado por San Jaime, patrón de Benidorm, con su espada. En aquel momento, según relató ayer Climent, él mismo recordó a su padre contándole la misma historia, y a él pensando que aquel acontecimiento tuvo que haber ocurrido muchos siglos antes de Jesucristo, por lo que nunca pudo haber sido San Jaime.

Con esa idea, según añadió, decidió buscar algún documento antiguo que contara la relación entre la isla de Benidorm y el Puig Campana. Con tal empeño acudió a los archivos de Polop, donde por su estado nada pudo leer de viejos pergaminos. Y acudió a Callosa d'En Sarrià, donde en un lugar de difícil acceso, aparecieron unos pergaminos oscurecidos y resecos. Con ayuda de técnicos especializados, los limpiaron y descifraron del antiguo latín la historia de aquel amante.



«Cuentan aquellos pergaminos -relata Jaime Climent- que allá, muy al norte del planeta Tierra, existía una colonia donde vivía un joven rubio, alto como un gigante, extraordinaria persona y muy amigo de todos. Tan sólo tenía un enemigo: el frío...». Huyendo de él, según narró, recorrió la vieja Europa hasta el Mediterráneo, y una vez frente a él, lo recorrió rumbo al sur por la costa, desviándose al interior cuando tuvo que sortear las montañas del Mascarat.



Fue entonces cuando el apuesto norteño pasó noche en lo que hoy es

 término municipal de Finestrat, encontrando allí al amanecer a una dama de la que supo no querría separarse jamás.


Cuenta Climent que ella le correspondió y que quedó el gigante viviendo con las gentes de la comarca hasta el fatídico día que su amada enfermó. El galeno que la atendió, «llegado de un poblado que había junto a una gran fuente a modo de cascada que se llamaba Algar», diagnosticó la muerte de la mujer al alba. El gigante, furioso, fue a la montaña por donde salía el sol y «cortó el monte, ordenando a su caballo que tirara aquella gran piedra», haciéndolo con tanta furia que cayó al mar, creando así la isla de Benidorm. Después, corrió en busca de su amor, pero ya era tarde. Murió con el primer rayo de luz.



El amado sigue hoy respirando, aletargado, en Benidorm. El manuscrito explica el lugar donde yace. El manuscrito puede adquirirse en la asociación La Barqueta con un donativo de 5 euros.

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