jueves, 25 de diciembre de 2014

Una España más España

Es triste pensar en el momento dramático que vivimos los españoles. Y más aún en Navidad, donde solo cabe prosperidad, bienestar, fraternidad y felicidad. Pero oigan, las fiestas están siendo demasiado distintas para servidor. Ya sean menesteres de la edad, o simplemente una pizca más de concienciación y empatía, la Navidad ha sido una etapa de reflexión honda y cavilaciones varias.

Me acerco a lumbre de mi hogar para combatir el frío de estas fechas. Al momento, se me viene a la mente todas aquellas familias que, no han podido ni podrán, encender la calefacción en este severo invierno por la escasez económica que sufren, sobrellevando las bajas temperaturas como pueden. En las horas de comidas y cenas, recuerdo a todos los que este año han pasado hambre, a los que se marcan como reto diario conseguir cualquier alimento que llevarse a la boca; a esos grandes héroes llamados padres y madres que han tenido que lidiar con calamidades para que sus hijos puedan comer día a día, hasta tal punto de preferir ceder su plato a los mismos. Cuando me acuesto en mi reconfortante lecho, discurro sobre los sintecho, sobre los que luchan contra infinidad de adversidades para encontrar lugar donde cobijarse de noche; sobre los que un día tuvieron un hogar, y fueron desahuciados. Y a la par, en el momento de abrir regalos y recibir aguinaldos, no puedo evitar pensar en todos esos niños y niñas que no serán agraciados por Santa Claus o los Reyes Magos, debido a los problemas económicos de sus familias; o qué decir de los miles y miles de parados desde hace copiosos meses. Realmente me apeno por todos y cada uno de los ciudadanos que sufren a día de hoy por seguir saliendo adelante.

Pero a la vez, me indigno y me enfado. Me provoca hastío y tedio recapacitar del porqué de esta situación. Mi furia es cuantiosa cuando sé que todas estas catástrofes se las debemos a un gobierno inepto, corrupto y deplorable. Se me vienen a la mente todos esos Bárcenas, Pujols y Fabras que han llenado los bolsillos, que han robado a los españoles, y que si susodicho capital hubiera sido destinado a las familias más necesitadas, muchas de ellas no se verían en dichas situaciones trágicas. Aborrezco a los políticos injustos que predican con favoritismos a amigos y familiares, sin importar el número y la relevancia de favores con tal de aferrarse al puesto de esta manera tan mezquina. Me repugnan los partidos políticos de la oposición que desamparan al ciudadano, permitiendo políticas nefastas a los gobiernos de turno; al igual que detesto a los llamados salvapatrias que, en tiempos de necesidad como estos, se atribuyen el destino de cambiar la nación tras su demagogia y populismo barato, muy creíble en horas bajas. La aversión sigue en aumento cuando la cifra de políticos implicados en casos de corrupción supera la suma de quinientos usureros. Quinientos hombres y mujeres inmorales, injustos e inquinos que han arruinado un país y al conjunto de sus ciudadanos. Y lo que es peor, aún tienen el desdén de asegurar de que lo peor ha pasado, que la crisis acabó, que la pobreza es inexistente; que lo venidero nos aguarda con grandes dichas.

A pesar de todos estos contratiempos, de mis enojos y desazones; aún tengo esperanza. Tengo esa confianza de que el día de mañana podremos erradicar la corruptela que nos azota, hacer descender la pobreza infantil hasta límites insospechados, suprimir todo aquel privilegio de la política ambigua y turbia, que el paro decrezca cada vez más, que los desahucios sean penalidades del pasado; una España más justa, más honesta, más unida. Una nación de futuro. Y todo ello pasa por nuestra mano, pasa por saber escoger con rigor y sensatez nuestro voto el próximo veinticuatro de Mayo. No más injusticias, ni mentiras, ni populismos. Por una España más España.

Rodrigo Quesada / @Quesadacid

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